domingo, 20 de marzo de 2011

Fotocrimen

Por favor, haced click en el corto que adjunto a continuación:





Me resulta difícil abordar un tema tan complejo y controvertido como este. Y es que, aunque he visto este vídeo decenas de veces, la misma sensación de profunda tristeza y confusión me muerde la conciencia cada vez que termino de verlo. PUM, el disparo del soldado nos mata también un poquito a nosotros. PUM, el disparo de la cámara es el disparo a nuestra ética de andar por casa. El dilema moral que aquí se plantea tiene un transfondo complejo, sobre el que demasiadas veces se vanaliza desde la comodidad de nuestro salón. Resulta fácil desdeñar la actitud de la foto periodista. Resulta fácil y es una reacción casi espontánea a la sugestión que nos provoca la atrocidad empaquetada en 5 minutitos de vídeo.

Dejando al margen debates técnicos sobre el metraje, que ha sido criticado por su sensacionalismo, es un hecho inapelable que One hundredth of a second consigue con creces su propósito ulterior: hacernos reflexionar sobre el difícil papel que desempeñan los corresponsales de guerra. ¿Es lícito limitarse a reproducir el horror de un modo objetivo, sin intervenir para paliarlo? La respuesta obvia parece parece ser "no". 

Y sin embargo varias dudas se me descuelgan de esta afirmación. La primera y más importante es una cuestión puramente práctica: lo más probable es que si la periodista hubiera intervenido, hablaríamos no de un muerto, sino de dos. Dos muertos más englosando una lista de cifras huecas en cualquier conflicto absurdo. Dos muertos más que no importarían a nadie, porque no saldrían en los medios, y oh, amigos, desde el primer día de carrera nos enseñaron que lo que no sale en los medios no existe, porque no nos conviene que exista. De este modo, llego a la terrible conclusión de que es necesaria la existencia de un periodismo tan duro como el de guerra porque consigue despertar nuestras aletargadas conciencias y hacernos reaccionar ante el sufrimiento ajeno. 

No obstante, esta máxima tampoco logra convencerme del todo. ¿Acaso no estamos expuestos a un bombardeo incesante de violencia televisada? La gente se muere dentro de nuestro televisor mientras lo comentamos, forzadamente compungidos, con nuestros comensales a la hora de cenar. Después otra cucharada de sopa y un click en el mando, y adiós muy buenas. La vida (nuestra vida) sigue. Conclusión: la insensibilización que en nosotros provoca el morbo y dolor televisado hace que estas imagenes de denuncia pierdan la fuerza que pretenden. Entonces ¿qué nos queda? ¿Qué deberíamos hacer nosotros si estuvieramos en el lugar de la protagonista del corto? Sumida en mis cavilaciones, paseo por Madrid. Mis pasos me llevan a la  Casa Encendida. Parece ser que hay una exposición sobre periodismo de guerra: Desaparecidos, de Gervasio Sánchez. No sin ciertos reparos, cruzo la puerta. Tras el visionado de la misma y una breve (brevísima) charla con el fotógrafo y algunos allegados (gracias Ire ;) el cúmulo de sensaciones que se aglomeraban en mi interior es, si cabe, más intenso. 

Sin embargo, una idea se alza por encima del resto: una exposición como esta era necesaria. Nadie, nadie, absolutamente nadie puede permanecer impasible ante estos rostros que nos taladran con sus miradas transparentes, de inocente incomprensión, desde cada pared de la sala. El autor ha logrado algo muy difícil: elevar la voz de denuncia, llegar a la esencia de un tema tan complicado con una pureza y compromiso que huye de toda morbosidad o estridencia. Un grito de denuncia contundente y delicado a la vez. En esto, pienso, debe consistir el periodismo de guerra.

martes, 15 de marzo de 2011

Cuando los derechos sean deberes

Dice el artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos que "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros." Os recomiendo una lectura en profundidad del Tratado, porque no tiene desperdicio. He aquí un bonito cuento de ciencia ficción que os hará sentir en armonía con el universo, permitiéndoos alcanzar el Éxtasis, Nirvana,Valhala  [inserte aquí su paraíso celestial particular] y haciendo que recuperéis la fe en el hombre. Yo cuando estoy algo depre, siempre recurro a su lectura. Chocolate y ONU. No necesito nada más. Eso sí, he de reconocer que como toda droga, la DUDH tiene algún efecto adverso. El principal es que no es. Ser o no ser, se preguntaron los mandatarios del mundo cuando iban a ratificar el escrito. Me los imagino perfectamente todo peripuestos en sus silloncicos, mientras decidían el futuro de la humanidad.

- Hostia, pues si que nos ha quedado bonita la carta. Yo por mí, casi que le otorgaba carácter vinculante.
- Pero dónde vas, Peng Chun Chang, dónde vas. Hay que ver como sois los chinos que os crecéis en seguida. Mira, mejor le damos la categoría de norma moral universal pero sin presiones ni responsabilidades, que hay que dejar que la paz fluya.

Y así es como la Declaración fue sin ser. Y así es como los mismos países que firmaron el Tratado, lo violan constantemente sin sentir el más mínimo pudor. Porque lo de la moralidad, todos lo sabemos, es un tema muy relativo. Y mientras el silencio sea la norma, y la lucha por el poder el motor, las cosas seguirán igual. Y mientras los muertos de la calle se sigan decidiendo en despachos de Palacios Presidenciales, la dignidad inherente al género humano seguirá siendo una cruel ironía. ¿Vamos a permitir que continúe este pisoteo  de derechos civiles? Porque este vacile generalizado dura ya demasiado tiempo, y la gente ya está algo quemada. Llegados a este punto, el clima de crispación que se extiende como la pólvora.

"Levántate para reivindicar tu derecho a la dignidad. Rebélate contra la injusticia social". Bien podría ser un tweet. Wikirevolución y mundo árabe. Wikileaks y efecto streisand. Jóvenes quemados, regímenes corruptos ardiendo. Palabras emparejadas que delimitan conceptos demasiado complejos, profundos cambios de mentalidad. Algo se está moviendo en el mundo árabe. La insatisfacción, de nuevo es el detonante.

Aquí os adjunto los enlaces de dos conferencias cuyo objetivo es lograr que profundicemos en nuestro conocimiento sobre los cambios que están teniendo lugar en el mundo (islámico).

La primera, como ya indiqué en este mismo post antes de editarlo, tuvo lugar en la Agrupación Socialista de Ciudad Lineal. El  catedrático egipcio Gamal Abdel-Karim explicó el imporante papel que desempeña la juventud en estas revueltas. Por si alguno de los que no pudisteis ir estáis interesados en conocer la opinión del profesor, adjunto un resumen de la jornada.


La segunda, si bien no es un tema candente como las protestas egipcias, versará sobre una realidad que, como ciudadanos españoles, nos implica directamente: la situación actual del pueblo saharaui, y más concretamente de las mujeres de este pueblo. En el CSO "Casablanca" (Calle Santa Isabel 21: metro Antón Martín) este sábado 19 a las seis de la tarde. La conferencia contará con la presencia de una activista saharaui, así como con la proyección de un documental que tratará de trasladarnos las principales inquietudes de estas luchadoras mujeres. Y para los más frívolos y/o gochos cerraremos la noche con comida y música en directo.



Ojala llegue el día en que este tipo de actos dejen de existir, porque eso querrá decir que los derechos utópicos se han convertido en deberes reales.

Manifiesto ( y otras demagogias bienintencionadas )

Idealismo y juventud. El estrecho vínculo que une estas dos palabras, que se funden como la cera en el fuego del inconformismo, parece disiparse en la bruma de una rutina que ahoga a la actual juventud. Juventud y ausencia de valores, es la máxima con la que dinamitan nuestra creatividad. Hay quien dice que por no tener, no tenemos ni valores a los que oponernos. Irónica paradoja, que la generación con más preparación teórica y más oportunidades (también teóricas) carezca de algo tan necesario e intrínseco al ser humano como son los ideales, los sueños, las luchas utópicas por cambiar el mundo. Se nos acusa de ser vagos, conformistas y desagradecidos. Algunos entonan el mea culpa y se lamentan por habernos malcriado, pues al satisfacer todas nuestras exigencias nos hicieron olvidar el valor del esfuerzo, y el carácter motivador de un “no” como detonante para rebelarse contra realidades injustas. Injusto es este trato. Tal vez no arriesgamos nuestra vida en manifestaciones clandestinas, nosotros no corrimos delante de los grises, ni podemos saber a ciencia cierta qué es sentir realmente miedo por pensar diferente. Pero, cuarenta años después de aquel mayo parisino, seguimos demandando lo imposible. Porque parece imposible encontrar motivaciones vitales sólidas, luchas que valgan la pena, trabajos que se adecuen a nuestra formación, hipotecas compatibles con salarios precarios y ofertas de ocio asequibles para nuestros bolsillos. Pero no perdemos la esperanza. Tal vez el blanco de las protestas haya cambiado, pero el espíritu inconformista permanece. Seguimos teniendo ideales, somos algo más que espejos mal pulidos que reflejan los errores de la generación de nuestros padres. Estudiamos periodismo porque queremos agitar conciencias mediante palabras, congelar realidades a través de fotografías o dos o tres frases apretaditas. Estudiamos periodismo, aun en tiempos de crisis y con un futuro descorazonador, porque sabemos que crisis significa también oportunidad. Estudiamos periodismo porque creemos firmemente que bajo unos adoquines, aún más difíciles de arrancar debido a la especulación inmobiliaria, sigue esperándonos la arena de la playa.



         [Estudiamos periodismo porque seguimos soñando. Este blog sólo pretende ser                                      una  herramienta más para articular y organizar nuestros sueños]